jueves, 13 de noviembre de 2008

Migrantes africanos mueren el Mediterráneo.


Cada año, cuando comienza el mes de mayo miles de hombres y mujeres se preparan para partir, desde el sur o el este mediterráneos o también desde las costas occidentales africanas, hacia Europa.
Huyen ya que en sus propios países no tienen la posibilidad de tener una vida digna. En los países a los que llegan el futuro se presenta como un callejón sin salida. Países en los que si reclaman la mejora de sus condiciones de vida o se organizan para mejorar su suerte tienen todas las posibilidades de acabar en la cárcel o ser torturados.
Se dirigen hacia una Europa porque saben que padece un grave envejecimiento de la población y tiene necesidad de mano de obra. Saben que Europa los necesita y que la mayoría de ellos podrán trabajar. También son conscientes de que durante años permanecerán en un estado marginal de trabajadores clandestinos o ilegales, por lo que los explotarán más que a otros, tendrán que realizar tareas más peligrosas y más penosas que los demás, les pagarán menos y a veces los perseguirán, los encarcelarán, los expulsarán, los insultarán y los mirarán con recelo. También saben que tienen muchas posibilidades de morir y no llegar nunca a su destino…
Las autoridades europeas y africanas saben que nunca podrán detener este flujo de salidas. Es por eso que se dedican, por un lado, a hacer que el viaje sea más difícil, más largo y más peligroso militarizando de forma masiva el control de las fronteras e instaurando un arsenal jurídico y policial de represión de la movilidad, tanto en Europa como en los países de partida. Además, las autoridades europeas se esfuerzan para mantener en una situación de precariedad y miedo a quienes llegan a su destino, a través de leyes discriminatorias que prohíben el acceso a los derechos elementales, persecución y un estímulo de los sentimientos xenófobos y racistas por medio de discursos. Entre los efectos inmediatos de estas políticas, se encuentran decenas de miles de seres humanos muertos por ahogamiento, asfixia u otras maneras. Los culpables son los que los privan del derecho a circular y partir en busca de condiciones de vida dignas.

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